lunes, 13 de julio de 2009

Coliseo romano a la inversa

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Recuerdo, hace no más de un mes, haber oído por la televisión un comentario algo diferente, pero que refleja de forma muy exacta el actual momento del fútbol. “Es el coliseo romano de forma inversa. Ahora son los ricos en campo que entretienen al pueblo sentado en las tribunas”. Suena absurdo, incluso divertido, pero es la más pura verdad. Según datos del Parlamento Europeo, los deportes generan entre un 3 y un 4 % del PIB anual de la Unión. Las incalculables fortunas que acumulan los profesionales del balompié han desvirtuado el motivo que impulsa este deporte: La pasión y el divertimiento. Antes, se jugaba, de forma profesional, por placer, y se compatibilizaba con el trabajo y la familia. Hoy en día, el jugador quiere surgir, jugar en Europa y tener montañas de dinero. A todos nos gustaría tener este destino, pero el éxito deportivo tiene una serie de agravantes que transforman esta actividad en un simple negocio, pasando por encima la tradición, los clubes, los amigos e incluso, sus propias raíces.

El último caso cercano sobre este fenómeno, que mezcla fútbol y negocios, se ha dado en los meses recién pasados en la llamada “ventana de invierno”, donde los equipos abren sus cofres para contratar nuevos atletas. El Real Madrid, club español que en la década de los noventas contó con las jugadas y goles de nuestro gran valor nacional, el ariete Iván Zamorano, hizo historia contratando al súper-astro portugués Cristiano Ronaldo, por una cifra de exorbitantes 94 millones de euros. La noticia se plasmó en miles de portadas a nivel mundial, causando polémica: ¿Tanto vale un jugador, pensando de que hablamos de una cantidad de dinero que puede transformar la vida de miles de familias, de forma simultánea? Obviamente, la seguridad financiera que tiene el astro lusitano le asegura una vida de lujos y confort. Y este es el gran objetivo de jugadores y empresas del ramo, unos, alcanzando estándares profesionales inalcanzables para la mayoría de la población y otros, lucrando con estas negociaciones. Entretanto, aparece el problema de que el foco del fútbol se ha transformado en esto, mercadeo, y ha hecho sucumbir el verdadero espíritu deportivo tras cualquier modalidad atlética pasando a ser, simplemente negocios.

A partir de esto, es ser humano ha pasado a tener un valor monetario. Los jugadores que antiguamente hicieron delirar a multitudes, Pelé, Cruyff, Puskas, etc., lo hacían porque el fútbol representaba algo más. Era vestir un uniforme y defender sus colores, representar a sus respectivas naciones y hacer historia. Un acontecimiento que refleja este deseo de “buen fútbol” se ve en Elías Figueroa. El histórico defensa chileno, tras su paso por Uruguay, se derivó a Brasil, donde se encontraban los mejores futbolistas, destacados en el mundial del año 70, en México, descartando ofertas de Europa. Él mismo dijo que no era lo mismo jugar en equipos del viejo continente, ya que el mejor futbol se concentraba en el continente sudamericano. Hoy en día estas costumbres permanecen, pero han sido desplazadas a segundo plano por el creciente deseo de consolidación financiera. No es difícil ver casos en los que los jugadores priorizan el salario en vez del buen fútbol. Caso muy conocido es el del jugador chileno Jorge “El mago” Valdivia, que decidió viajar a los Emiratos Árabes Unidos, país de escasa calidad futbolística pero de inmensa capacidad monetaria. En carta a la dirección y a la hinchada de su antiguo club, el Palmeiras brasileño, declaró que dejaba el equipo porque, como profesional, padre de familia y marido, no podía dejar pasar esta oportunidad de consolidar su situación financiera[1]. Consideremos que Valdivia se consagró como ídolo de una masa que está cerca de los 20 millones de personas. La tristeza de la nación del equipo Albi verde se mezcló a la tremenda satisfacción de la dirigencia del equipo, que contaría con una gran cantidad de dinero, a raíz de tal negociación. Prueba clara de que pesa más el dinero en una decisión de este tipo.

El peso impuesto en este tipo de ocasiones, como dicho anteriormente, viene de empresarios y representantes. Es clara la intención por parte de estas personas de lucrar a partir del medio deportivo y, principalmente, a costas de los atletas. Un ejemplo claro de esto es la implantación de empresas privadas a cargo de la administración de clubes deportivos. En Chile, contamos con empresas como Azul-Azul, Blanco y Negro, compañías controladoras de Universidad de Chile y Colo colo, respectivamente. El gran objetivo de estas instituciones es el desarrollo económico de los clubes y, por consecuencia, el propio. Federico Valdez, presidente de la entidad azul, afirmó este deseo de negociar 2 jugadores de forma anual, para cumplir con las expectativas de los inversionistas.[2] Y no tan solo se lucra a partir de la venta de jugadores, sino que también del precio de entradas para asistir a lo encuentros del club. Este deseo de negociación no se limita solamente a Chile, y tampoco es solo aquí donde representantes y empresas esperan respuestas financieras del fútbol. Hay miles y miles de empresas semejantes repartidas por el mundo, con miras hacia el viejo continente, foco de mayor expectativa de transacciones. Esto pasa a llevar las ambiciones de toda una multitud de seguidores, que lamentablemente no podrá esperanzarse en contar con algún atleta destacado por mucho tiempo, ya que es muy fácil que sea negociado por altas cifras de dinero con el fútbol exterior.

La revelación de talentos, por su parte, se da cada vez más a temprana edad. El programa televisivo “Contacto” elaboró un reportaje sobre esta fiebre económica del fútbol y como atinge a los jóvenes, mostrando el caso de Nelson Bustamante, un joven extremadamente talentoso de tan solo 14 años que firmó un contrato con el Brescia, de Italia. Al rededor del mundo existen millones de historias semejantes, su mayoría en África, donde los clubes ponen sus ojos para desarrollar jugadores que potencialmente serán negociados con otras instituciones. Muchos, al ver este reportaje, creyeron que había nacido un nuevo ídolo para la selección chilena más adelante. Personalmente, ese optimismo esta descartado. Un niño que vive en Italia, se educa en un colegio italiano, come, habla y piensa como un italiano, ¿Podrá gritar “Viva Chile” con la misma intensidad que algún ciudadano criado con las bases de nuestra idiosincrasia? Por supuesto que no hay que ver la situación de un tono tan gris, pero las probabilidades que esto ocurra son enormes. Por esta razón, existe una creciente nacionalización de jugadores extranjeros, que se identifican más con el país en donde juegan en vez de su patria natal. Argentinos se convierten en italianos, brasileros en portugueses, norteamericanos a franceses, entre otros casos son fácilmente hallados en el actual mundo del fútbol. Reitero, esto no representa algo malo, pero es preferible que este vínculo con nuestras orígenes sea lo más fuerte posible, en vez de esta constante perdida de la identidad nacional por parte de estos atletas.

Aparte de la relación con su país, el jugador pierde todo lazo con la institución que lo lanza al estrellato. Comúnmente, hay casos de jóvenes de 18 ó 19 años que parten a ligas extranjeras a mostrar su talento, alcanzando a estar muy poco tiempo (y a veces nada) participando de sus clubes formadores. Como en cualquier ser humano, la formación integra de la persona viene de todo lo que lo rodea. La familia, los amigos y para el atleta, su casa deportiva. La consagración deportiva es buena, e incluso necesaria, pero antes, considero fundamental el trabajo realizado dentro del país de origen, para garantizar una mejor formación profesional del deportista. Incluso para darle vida al medio nacional, que cada vez más escasea de ídolos. Es cosa de ver la cantidad de camisas extranjeras en las vitrinas en comparación a las nacionales. Solo porque los “crack” ya no están en Sudamérica, solo los vemos por la TV.

El fútbol ha sido una salida para muchos de la miseria y de un futuro sin éxitos. Se le agradece existir, enriqueciendo nuestras vidas con fuertes emociones y creación de lazos entre las personas bajo el nombre de un equipo. La transformación de deportistas en productos de valor agregado, eliminando como factores de importancia las raíces y la identidad con una institución son agravantes de un problema que no parece tener fin: que el dinero y la ambición de atletas y empresarios superando los verdaderos valores que el deporte pretende promover.

Aún más preocupante son las secuelas que dejan estos intereses individuales. Se pierde toda esperanza sobre el deporte sudamericano, que día a día pierde calidad y expectativas. Se debe buscar una salida a esta precoz emigración de atletas, nuevas reglas que mantengan las relaciones club-atleta de la mejor manera posible, siendo beneficiosa financieramente para clubes y jugadores, dejando en jaque a estas figuras comerciales dentro del fútbol. Con esto, la perdida de identidad con su casa deportiva y su país ya no existirán dentro de la realidad de los jugadores, ya que habrá tiempo lo suficiente (y los medios también) para que el sentido de “nación” sea lo más fiel posible a las raíces de los jóvenes talentos. Y que las instituciones que los formen puedan contar con los medios posibles para que el peso del “club sudamericano”, a nivel mundial, pueda crecer.

Mantener a los astros del deporte en sus tierras natales cultivando su buen fútbol ayuda a todos: A los clubes, que se benefician financieramente; a los hinchas, que podrán gozar de un gran espectáculo repleto de grandes jugadores y al propio atleta, que estará más preparado, como persona, a encara un desafío como lo supone Europa. Se debe lograr esta estabilidad financiera, deportiva y cultural para el beneficio del deporte criollo. Hasta entonces, seguiremos perdiendo Jorges, Nelson y toda cualquier estrella que surja en los campos chilenos.



[1] VALDIVIA, Jorge. “Carta à Torcida Palmerense”. 16 de Agosto, 2008

[2] VALDES, Federico. En entrevista al Diario “El mercurio”. Domingo 5 de Octubre de 2008

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